Estragos de la VISA

Tengo que confesar que cada vez da más calambre arrimarse a las barras, pues algunos tasqueros se pasan tres pueblos derrapando con sus originalidades, convirtiendo sus mostradores en verdaderas academias horteras del desastre; la moderna pizarrita de marras, así, se llena de chupitos, milhojas chungos, bocados confitados e infusionados, torrijas caramelizadas, sopitas frías y tontadas, mientras a doña croqueta se le corre el empanado del espanto y las bravas se descojonan de la risa.

scaredy_kat (Flickr)

Donde estén unas bravas...

Me gusta que los chiringos, bares o como los llamen en su tierra, chorreen colesterol con sus mollejas salteadas, gallinejas, ensaladilla, pescaíto frito, riñones, chorizo cocido, huevas de merluza con mahonesa y bocatas de todas las formas, colores y sabor a chorizo, queso, mixto, calamares, tortillas y vegetal all-i-olli con pechuga de pollo, qué divertido.

El mundo gira hoy de no-sé-qué-manera. Sacrificamos pollos y cerdos en Shanghai que chisporrotean en el wok-buffet de Callao y Letxumborro, envasamos leche putrefacta en tetra-brik mezclando polvos y agua, surcamos las rotondas al volante de autos locos, leemos suplementos dominicales, veraneamos en primera línea de playa, comemos yogures laxantes te-lo-juran-José-Coronado-y-su-papel-de-culo y sentimos esa necesidad horripilante de alimentar el espíritu en todas partes, convirtiéndonos en maniquíes expuestos a todo tipo de gastro-tonterías nacionales.

Carrillerita glaseada con su chupito de esencias compotaditas, muslito de pollo relleno de sus pestañitas con trazos vegetales de hierbitas olvidadas o la ensaladita de queso de cabrita con sal volcánica y su vinagreta de módena reducida a gel. Nos hemos vuelto idiotas, no hay duda. ¡Sálvese quién pueda!

Para despertar de esta pesadilla acérquense hasta la bodeguilla que tengan más cercana, de esas que cierran los domingos, en agosto y levantan la persiana en septiembre, baluartes de la tripada y del medio bocadillo saliendo del currelo en las que se reúnen todas las clases sociales: profesionales liberales, jóvenes drogatas, gilipollas, fantasmas, nuevos ricos, fumanchús y jubiletas.

Adoren su tortilla amazacotada, pidan calamares, picantes, gabardinas, platillo de olivas y refresquen el gaznate como es debido, sin mariconadas, que asoman ya el jodido otoño y los extractos de la VISA achicharrada.