Manual político de la crispación

Parece que el tono del debate político se ha caldeado al mismo ritmo que lo han hecho las temperaturas de este verano. Y es que, tras un período más o menos largo de calma chicha, los dos grandes partidos políticos, PSOE y PP, se han enzarzado de nuevo en un cuerpo a cuerpo sin contemplaciones. Tras unos meses en los que la actualidad política ha estado capitaneada por todo lo relativo al 'Caso Gürtel', el Partido Popular ha pasado al contraataque con cargas de profundidad tales como calificar a España como "estado policial" o, directamente, a Zapatero como "la persona más dictatorial del mundo". Así pues, ya podemos decir oficialmente que los tiempos de la confrontación están de vuelta.

¿Vuelve el doberman?

En España esta forma de hacer política cobró relevancia durante la legislatura de 1993 a 1996, y su exponente más famoso tal vez sea el vídeo electoral que hizo el Partido Socialista en el año 1996, bautizado como 'el vídeo del dóberman', según relata Gema Sánchez, profesora de Políticas en la Universidad Complutense. A partir de entonces, esta estrategia basada en la confrontación ha cobrado presencia intermitentemente, normalmente coincidiendo con los períodos electorales, y por parte de los dos partidos mayoritarios.

Por un lado, el Partido Popular mantuvo una actitud combativa durante buena parte de la primera legislatura de Zapatero, cuestionando la autoría de los atentado del 11 de marzo de 2004 y, por extensión, poniendo en duda la legitimidad del líder socialista como presidente. La confrontación se extendió a la materia antiterrorista. En el bando contrario hay un episodio reciente y representativo como el de las palabras que pronunció Zapatero poco antes de las pasadas elecciones del 9 de marzo de 2008, cuando tras una entrevista con Gabilondo, y pensando que los micrófonos se encontraban cerrados, dijo: "Nos conviene que haya tensión (...) A partir de este fin de semana yo voy a dramatizar".

Precisamente, no se hace difícil identificar un componente algo teatral e hiperbólico en este tipo de estrategias. Y a este respecto hay dos posturas enfrentadas. Por un lado, hay quien considera del todo normal, e incluso necesario, elevar al máximo el tono del discurso. "En realidad, lo que en España se denomina crispar y se pide que se deje de hacer, es lo que en cualquier democracia del mundo occidental se denomina confrontación de ideas y de opiniones", dice un estudio de FAES. También hay periodistas que defienden estrategias de este tipo, como hace Hermann Tertsch en una columna llamada 'Bendita crispación': "Convendría que [Rajoy] se enfadara un poco más y le durara mucho. La crispación responde a la sana indignación que tanto hace falta en este país para que los desafueros no se perpetúen". Por contra, hay otra corriente de opinión que considera que la crispación es una actitud que perjudica a la política, que sólo busca agitar las bajas pasiones y que destierra a un segundo plano el debate ideológico, que debería ser el eje del discurso político. ¿Cuál es la postura correcta para ti?

Gema Sánchez, por su parte, considera que "la estrategia de la crispación es totalmente legítima y que casi todos los políticos echan mano de ella". A pesar de ello, esta profesora cree que "no podemos decir que se trate exactamente de juego limpio, pero desgraciadamente en la política la caballerosidad brilla por su ausencia".

Pero hay un detalle que hemos citado líneas más arriba y que en la situación actual llama la atención. Y es que este tipo de actitudes tienden a adoptarse en procesos electorales, en plena campaña, donde se recurre a cualquier artimaña con tal de arrancar alguna décima de ventaja en los sondeos. ¿Por qué la nueva oleada de crispación surge en este momento? Gema Sánchez cree que el Partido Popular se ha lanzado al contraataque para rentabilizar las buenas noticias derivadas del archivo de la causa contra Camps por su presunta implicación en la ramificación valenciana de la 'Operación Gürtel'.

"Ésta ha sido la razón que ha llevado al PP a adoptar esta estrategia, unido a otros detalles más pequeños, como la proximidad de las elecciones en Cataluña o el afán de mantener la ventaja en las últimas encuestas del CIS", nos dice la profesora. Además, se trata de "un buen momento para airear la crispación porque aún queda mucho tiempo para las elecciones generales, y si el Partido Popular se da cuenta de que esta estrategia no funciona, están a tiempo de rectificar", concluye Sánchez. En resumen, los 'populares' han debido llegar a la conclusión de que, en la presente coyuntura y después de estudiar pormenorizadamente la situación actual, pueden sacar más beneficios que sus rivales políticos si cunde la estrategia de la crispación.

La efectividad de este tipo de discursos verbalmente violentos no está del todo probada. Por un lado, hay algunos síntomas que apuntan a que los beneficios que un partido político puede sacar en unas elecciones con este tipo de estrategia son más bien limitados. Desde luego, Gema Sánchez, que se ha especializado en la publicación de trabajos relativos al Partido Popular, se muestra tajante: "Normalmente a los 'populares' no les ha venido bien electoralmente".

Sin embargo, la continua confrontación sí que parece que genera algunos efectos, según reconoce la 'Fundación Alternativas' en su 'Informe de la Democracia 2008', al reconocer que la estrategia de la crispación que imperó durante la pasada legislatura sí que tuvo ciertas "consecuencias colaterales que influirán a largo plazo en la vida pública española", como por ejemplo, al "generar una polarización muy fuerte entre los ciudadanos". Ahora que parece que la crispación ha vuelto a instalarse en la actualidad, ¿crees que es bueno para la política? ¿Y crees que puede acabar dividiendo a los ciudadanos?