Josep Maria Espinàs destaca que no es un excursionista, sino "un escritor que camina"

Barcelona.-  "No soy un excursionista, sino un escritor que camina". Así se define el escritor barcelonés Josep Maria Espinàs, que acaba de publicar su vigésimo libro de viajes, un "género" en sí mismo, en este caso el resultado de su paseo humano por el valle de Ricote, en Murcia.

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(EFE)

"No soy un excursionista, sino un escritor que camina". Así se define el escritor barcelonés Josep Maria Espinàs, que acaba de publicar su vigésimo libro de viajes, un "género" en sí mismo, en este caso el resultado de su paseo humano por el valle de Ricote, en Murcia. EFE/Archivo

Con 82 años recién cumplidos, Espinàs confiesa que para él "resulta más exótico viajar al interior de Murcia que ir a Nueva York, porque el valle de Ricote es más apasionante, es una revolución para mí".

Aclara: "desde un punto de vista personal me interesan mucho mundos lejanos como Nueva York o la India, pero como escritor, desde un ángulo estrictamente literario, Murcia es mucho más interesante".

Con la mirada atrás y una modestia impropia de un veterano como él, el escritor cree que si ha llegado en cincuenta años de viajes a publicar esos veinte volúmenes, toda una enciclopedia humana de diferentes lugares de la geografía española, siempre del ámbito rural, "se debe a que he tenido la suerte de encontrar unos lectores que se han abonado a esos viajes".

A su juicio, aunque tienen una clara vocación literaria, "a lo largo de los años se han convertido en parte de mi experiencia vital, y a pesar de que son prosa narrativa, el lector encuentra también escenas de teatro o de cine".

Comenzó en 1956 con su 'a pie' por el Pallars y el Valle de Arán, después de un viaje que compartió con Camilo José Cela, otro escritor caminante, y desde entonces ha paseado su inseparable pipa y su cuaderno por comarcas catalanas como la Segarra, el Priorat o la Terra Alta y lugares todavía solitarios de Castilla, País Vasco, Extremadura, Andalucía, Galicia, Mallorca o Aragón.

En "A peu per Murcia" (Editorial La Campana), Espinàs busca, como en los 19 anteriores, "la dimensión de ficción que hay en la realidad".

Sólo tiene que pararse allí donde va, observar, saludar o hacer un comentario banal sobre el tiempo que hace, esperar pacientemente y, transcurrido un tiempo, los lugareños acaban hablando con el escritor como si le conocieran de toda la vida.

Espinàs no habla de la corrupción urbanística que ha asolado la región murciana, pero la crítica está implícita en sus comentarios: "Cuando un pueblo no puede pagar a un bibliotecario, pero está pensando en triplicar la población en pocos años y en cuadruplicar los campos de golf, algo está pasando".

A lo largo del relato, Espinàs va recogiendo como un coleccionista de miniaturas rótulos singulares: "Pollos asados angostos", "Aquí vivía un hombre bueno", "Paritorio" o "Caldo con pelotas".

Tampoco esconde su fascinación por la caprichosa toponimia que brinda al escritor curiosos nombres como El Balcón del Muro, la Casa de Perona, Cabezo del Judío, Hoya de don García o Ventorrillo de Julián.

De sus conversaciones con las gentes del valle de Ricote se desprende una cierta nostalgia por un mundo que desaparece, que toma cuerpo en una reiterada pregunta: ¿dónde están los campesinos?.

Ya ha comenzado a escribir el resultado de su último viaje, en este caso por el valle de Gallinera, en el interior de Valencia. "Me gustaría hacer y escribir dos viajes al año, pero la editora no me deja, pero es que la literatura de viajes crea adicción, no porque sea literatura, sino porque también es vida".

La editora de La Campana, Isabel Segura, aporta una observación a las palabras de Espinàs: "En los últimos siete u ocho libros, conforme el autor se hace viejo, la preocupación por el envejecimiento, la tristeza, los valores, las sensaciones y la vejez se han convertido en temas recurrentes".