TOKIO (JAPÓN).- En Tokio, supongo que como en cualquier ciudad grande, hay muchísimo movimiento de gente. No me refiero a los que se ven por la calle, que también son muchos, sino a que los que vienen a vivir y a los que se van. Curiosamente este año es el primero en décadas en el que las personas que se han ido han superado a las que han llegado a esta megaciudad.
Como es lógico, los que estamos aquí provisionalmente no pensamos en ningún momento en comprar una casa, así que vivimos de alquiler. Y, entre otros, hay un requisito a la hora de dejar un piso: que el propietario se lo encuentre tal cual estaba cuando entramos, es decir sin un solo mueble o electrodoméstico. Si tenemos en cuenta que para tirar todo esto hay que comprar unos tickets especiales que no son precisamente baratos y que al mismo tiempo hay personas que acaban de llegar, el resultado es que tenemos un mercado de segunda mano donde, si uno sabe mirar, es fácil encontrar verdaderos chollos.
Es conocido como 'Sayonara sale', y básicamente en los anuncios de las revistas nos dicen cosas como "me voy de Tokyo en dos semanas y tengo que deshacerme de todo, ven a mi casa y llévate lo que quieras". En mi caso concreto me hice con una nevera, un microondas, una cafetera, una tostadora, dos estufas, una aspiradora y una silla de oficina con ruedas por menos de 40€.
El precio es totalmente simbólico, el favor, mutuo.
Siguiendo con la misma idea de que suele ser más barato regalar las cosas que tirarlas, uno a veces se encuentra en una esquina de la calle perfectamente ordenados diversos objetos con un cartel del estilo de "coge lo que quieras antes del viernes". El viernes lo que seguramente pase es que la persona pagará los tickets para tirar lo que quede y alguien vendrá a recogerlo sin que ni siquiera se le pase por la cabeza al dueño abandonarlo por ahí en cualquier lado. Así es Japón, el país donde el civismo va por delante.
Si se supera la inevitable sensación inicial de estar hurgando en la basura de otro, no es dificil agenciarse muebles útiles en perfecto estado. Aunque está claro que uno tiene sus límites y hay cosas que tienen que ser nuevas, como el futón, las sábanas o las mantas. Porque una cosa es tener que limpiar un microondas para quitar los trozos de pizza pegados y otra muy distinta dormir donde ha dormido un desconocido. Y eso en el mejor de los casos.
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