GLASGOW (ESCOCIA).- Lonely Planet ha nombrado a Glasgow como una de las 'top-10' ciudades del mundo, así que voy a explayarme en lo que yo creo que es el mayor encanto de esta ciudad: su identidad escocesa. Para abordar algo tan abstracto, aunque ubicuo, voy a tomar una vista de pájaro por cinco puntos que contribuyen a hacerla única, buscando en los rincones de la ciudad manifestaciones concretas de estas características.
¡Hay oferta de whiskys!
O Scotch —como dicen en las películas— es uno de los centros culturales de esta nación. Es una de esas bebidas en las que hay que trabajar el gusto. Una vez trabajado, eso sí, no hay placer más grande. Hay dos tipos de whisky escocés: ‘single malt’ o puro, y ‘blended’ o mezclado. El Chivas, por ejemplo, pertenece al este último tipo, que los 'connaisseurs' consideran de menor rango. Los whiskys se categorizan por zona de producción, ya que las condiciones naturales afectan al producto. Yo recomiendo cualquiera de Speyside, o las Islas de Islay o Jura. El whisky aquí se toma solo; nunca jamás con hielo. Si es demasiado fuerte, se puede rebajar un poco con agua a temperatura ambiente. Los pubs Ben Nevis (1197 Argyle Street), The Pot Still (154 Hope Street), y The Ubiquitous Chip (12 Ashton Lane) tienen la mejor selección, ambiente y clientela.
Es una de esas señales visuales instantáneamente asociadas con todo lo escocés. Es un tejido que va y viene en cuanto a moda, y ahora mismo es de lo más in, como puede verse en las colecciones de los diseñadores más innovadores. Véase, si no, la colección actual de Dolce & Gabbana. Curiosamente, esto no es escocés de pura cepa, es más, es una invención inglesa del siglo XIX. Aun así, en Glasgow se puede comprar tartán de todos los clanes y en todas las prendas de vestir imaginables: desde la gorra con el imprescindible pelo pelirrojo pegado a ella (el jimmy-hat) hasta los pijamas de Marks&Spencer, pasando, cómo no, por los kilts. Si optas por uno de estos, no te olvides de la daga y el sporran, para el look completo. James Pringle Weavers tiene de todo y está convenientemente situada en 130 Buchanan Street.
La barra de Mars frita y rebozada, calorías a puñaos.
En la cumbre del G8 de 2005, celebrada en Gleneagles, Jacques Chirac echó la cocina escocesa por los suelos. La verdad es que no es para tanto, aunque la afición por freírlo todo que tienen los glasgowianos no puede ser buena. La barra de chocolate Mars rebozada y frita es famosa, sobre todo después de una borrachera, ya que dicen que es lo mejor para la resaca.
Cuenta la leyenda que la primera vez que se oyó hablar del chocolate frito fue en 1995, cuando en Stonehaven, un pueblo pesquero al noreste del país, se empezó a ofrecer como manjar. Por experiencia personal en la ciudad, puedo relatar que la dichosa barra de chocolate es más esquiva que el monstruo del lago Ness, aunque los que la han probado dicen que merece la pena. Mis informantes cuentan que uno se hace más fácilmente con ella en Edimburgo. En Glasgow, dice el mito urbano que la pizza, el helado o el Cadbury Creme Egg fritos son la tradición. Para probar suerte, intenta cualquier ‘greasy spoon’ (lugares donde venden pescado, salchichas y patatas fritas) del centro o el East End. Aunque para esquivar tanto colesterol, recomiendo un buen plato de la comida favorita de Rabbie Burns, el poeta del pueblo escocés y cuya fiesta se celebra cada año por su cumpleaños, el 25 de enero. El Haggis, Neeps y Tatties es una especie de morcilla de oveja con avena, puré de colinabo y de patatas, y hay innumerables versiones, hasta la haute cuisine. El mejor que he probado ha sido, curiosamente, vegetariano, en el 13th Note (50-60 King Street).
Escocia no sería lo que es sin su peculiar acento y su dialecto. Después de tres años aquí y diez en el Reino Unido, aun tengo que poner subtítulos para ver películas como 'Sweet Sixteen' de Ken Loach o informarme de las noticias locales. En Glasgow, es todavía más cerrado que en el resto: ‘Aye’, pronunciado como un lamento, es un asentimiento; y ‘doon’, es lo que nos enseñaron en la escuela como ‘down’. Donde mejor se puede apreciar este trazo único es en el mercado de Barras (Bell Street).
Disfruta del clima escocés en Loch Lomond.
Los escoceses hablan del clima constantemente, pero en Glasgow, que está a una latitud similar a la de Moscú (55º y 45-50’N), tenemos la suerte de tener un microclima. Esto propicia efectos meteorológicos como la lluvia horizontal, el hecho de que la ciudad sólo tenga tres estaciones (primavera, otoño e invierno, todos ellos lluviosos) y que éstas tres puedan manifestarse en un periodo de 24 horas. También sale el sol, a veces, y cuando lo hace es una celebración. El clima, claro, se puede notar en cualquier lugar de la ciudad, pero para sentirlo sin edificios que desguarezcan, lo mejor es experimentar lo que aquí llaman el gran outdoors.
Lo mejor y más sencillo para ver el clima y la vegetación 'verdaderos' de Escocia, es ir al lago Loch Lomond, al que se llega en 30 minutos de tren desde la estación de Queen Street (lunes a sábado; Glasgow Central los domingos) hasta Balloch; o en autobús desde Buchanan Bus Station hasta Inverbeg. Para unas vistas aun mejores, sube a Ben Lomond. Aunque el transporte público no llegue hasta allí, se puede ir coche hasta Rowardennan. Pero he de advertirte, se tardan seis horas en subir y bajar. Eso sí, en mi cálculo he incluido las veces que hay que pararse para admirar el increíble paisaje.
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