Olas en el alma que se quedan en marejadilla…

'Olas en el alma' es el tercer trabajo que Grégory Mardon presenta en España, tras 'Cycloman', en colaboración con Berbérian y 'Lecciones de Vida'. Aunque cronológicamente, 'Olas en el alma' es su primer trabajo, y gracias a él, recibió el Prix du Lion del Centre Belge de la Bande Desinée de Bruselas al artista revelación.

ampliar foto

Esta obra trata sobre la vida de Adolphe Hérault, un joven carnicero francés que, en 1937, harto de la vida en su pueblo y del desprecio que su madre siente por él, decide alistarse en la Marina.

Durante este periodo, Adolphe se hará un hombre, recorrerá casi todo el mundo y vivirá extraordinarias aventuras. Conocerá el valor de la amistad, pero también se forjará un carácter bravucón, desafiante, sin apego a nada.

Estos días de vino y rosas cambiarán de repente con la entrada de Francia en la guerra contra Hitler. El barco de Adolphe es destruido, pero parece que la fortuna le sonríe y termina destinado en Túnez, donde conoce a una bella chica con la que decide sentar la cabeza. La independencia de Argelia les obligará a volver a Francia, con una prole bastante numerosa y donde no terminan de verse bien acogidos..

La historia de Adolphe la cuenta su nieto. La cuenta desde su nacimiento hasta su muerte, a modo de sentido homenaje. El autor en ningún momento nos dice que la historia sea autobiográfica, salvo por una foto al final del libro, pero podría serlo perfectamente.

El problema que yo le encuentro al tebeo es que está contado a cámara rápida, comprimida la vida de un hombre para que quepa dentro de unas pocas páginas. Esto, en manos de un autor que tenga experiencia, o que simplemente, sea mejor, no supondría ningún problema, pero aquí nos produce cierta sensación de prisa, de desasosiego, y lo que es peor, de no conectar con el personaje.

Lo que se presupone, ya desde el título, una obra que debe llegarnos al corazón, es más un documental en el que el autor, pese a pretender lo contrario, parece no conectar emocionalmente con el lector.

Gráficamente hay que decir que Mardon es un buen dibujante de estilo nervioso, trazo suelto y desgarbado, pero que sabe sujetar cuando es necesario. De hecho, su dominio de las expresiones es de lo poco que ayuda a que nos sintamos cercanos a determinados personajes, eso y algunos trucos de guionista, pero que son de manual.

En definitiva, un buen intento pero que debe mejorar, y al que quizá no se le hubiera pedido tanto si no hubiera querido ser tan ambicioso.