Entre trajes y corbatas... ¡una galería de arte!

BUENOS AIRES (ARGENTINA).-  Situémonos a unos cuantos metros de la Plaza de Mayo, sobre la calle Perú, entre Avenida de Mayo e Hipólito Yrigoyen. En el número 84 de esa cuadra, se alza un edificio gris, oficinista, casi idéntico a todos los que lo rodean en la zona céntrica de la Ciudad de Buenos Aires. Pero en el sexto piso, en el departamento 82, entre agencias de turismo y estudios contables, existe un espacio distinto, que abre sus puertas cuando los empleados de traje de los alrededores se retiran a sus hogares. Allí, oculta en plena 'city' porteña, una galería de arte: la Oficina Proyectista.

Catálogo de la Oficina Proyectista.

Al llegar a la puerta del edificio hay que hacerle señas al guardia de seguridad para que abra. El viaje hasta el sexto piso es a bordo de un ascensor con puerta enrejada y paredes verdes, sin espejos. En una ciudad ya anochecida y con persianas bajas, en ese edificio no se escucha otra cosa que el ruido del viejo ascensor subiendo. Hasta que se detiene en el piso seis. Entonces, se percibe otro sonido: el tecleo incesante de una máquina de escribir.

Proviene, por supuesto, del departamento 82, la Oficina Proyectista. No hay timbre, así que hay que golpear. La puerta se abre hacia un ambiente de unos doce metros cuadrados. En el centro, un escritorio de metal. En una esquina, un archivero. En la opuesta, una biblioteca ('la Sala B', la presentan los anfitriones). En el medio, por el piso, pegados en las paredes y colgando del techo, papeles. Muchos papeles. Formularios convertidos en guirnaldas, clips también trenzados. Grafitis plasmados sobre la pintura blanca con papel carbónico. Mensajes dejados en fichas desparramadas por todas partes. Consignas como «el tiempo es oro», con letras recortadas en papel. Así está la oficina, la galería de arte.

Una muestra por mes

Los fundadores del 'movimiento proyectista' ofrecen una muestra diferente por mes. En cada exposición, los doce metros cuadrados de la Oficina Proyectista se transforman. Las paredes cambian de color, los muebles son otros. «El espacio muta un montón de muestra a muestra. Hubo desde las muestras más clásicas, con pinturas colgadas de las paredes, hasta instalaciones con 'performance', pintura, dibujo. Últimamente lo que más está despertando a la gente es la idea de la intervención: modificar el espacio, hacer algo con él. También es un poco nuestra propuesta, aprovechar la particularidad del espacio como para explotarlo, que no sea la idea clásica del cubo blanco, el espacio neutro, sólo para contemplar», explica Pablo Caracuel, uno de los fundadores de este recoveco metropolitano.

La intervención fue uno de los ejes de la exposición realizada en mayo por la artista Marcela Rapallo. Por primera vez desde el nacimiento de esta galería oculta en el centro porteño, el departamento número 82 en el sexto piso del edificio de Perú 84 fue vestido con ropa de oficina. «Empezó siendo una oficina vacía. Estaban sólo los muebles clásicos de la década del 50. Con talonarios y papelería obsoleta hoy en día que la computadora reemplazó todo»–relata Pablo-. «La propuesta de la artista era traer estos materiales e invitar al público a intervenir el espacio. La idea era convocar a los oficinistas para que se saquen un poco las ganas de hacer todo lo que no pueden en su vida laboral cotidiana. Estuvieron recortando, pegando, armando guirnaldas con los talonarios de recibos, jugando con los carbónicos».

En esa oficina inventada e intervenida se realizó también un taller de origami; la prueba está en los cubos de papel pegados en la pared. Otra propuesta fue la conexión de la Sala C (la puerta de entrada del edificio), con la Sala A (los doce metros cuadrados). Para ello, una larga guirnalda de papel cayó desde la ventana del sexto piso hasta la acera. A veces, cuando los visitantes rebasan la capacidad de la oficina, se invade también el pasillo. Aunque por lo general todo transcurre en esos doce metros cuadrados donde llegaron a concentrarse alrededor de 60 personas en una muestra colectiva.

El fin de mayo y el comienzo de junio hizo que la Oficina Proyectista volviera a transformarse. La muestra oficinesca mutó en Retornos, una exhibición de la artista Mercedes Fidanza. El título esconde dos secretos: retornos por las piezas de cerámica torneadas y retorneadas, y retornos por los regresos de quienes se exiliaron del país y regresaron, tema de fondo de la muestra del mes, que volverá a mutar cuando junio ceda el paso a julio.

Los 'ideólogos'

Quienes abren las puertas de esta oficina artística los miércoles, jueves y viernes de 18 a 20 son Sonia Neuburger, profesora nacional de pintura, y Pablo Caracuel, antropólogo. La idea nació de la mano de un libro: 'Proyecto proyectos', de Pablo Caracuel y Alejo Rotemberg. «Había que pasar del libro a la tercera dimensión, para valorar el proyecto, el proyectismo como un movimiento. Valorar el proceso más allá del resultadismo imperante en el resto de los ámbitos», explican los fundadores de la filosofía proyectista.

La Oficina Proyectista funciona cooperativamente, con lo que aportan los fundadores y los artistas expositores. Y este año cuenta con una beca del Fondo Nacional de las Artes. Los doce metros cuadrados del departamento 82 del sexto piso del edificio de Perú 84 crecen. Aunque sigan ocultos entre oficinas, con señores de traje que se molestan ante la invasión artística en ese marco gris, y otros que se animan a pasar de visita, para aflojarse el nudo de las corbatas por un rato, recortar papeles y desparramarlos por el aire.