Madrid.- El desaparecido Serge Gainsbourg, que mañana cumpliría 80 años, hizo de sus concupiscentes letras el mejor arma para convertirse en un revolucionario social y encontró en la música la forma de dar salida a su verdadero potencial para encarnar el sofisticado cliché que aún representa a la cultura francesa.
El desaparecido Serge Gainsbourg, en la foto junto a Jane Birkin, que mañana cumpliría 80 años, hizo de sus concupiscentes letras el mejor arma para convertirse en un revolucionario social.
El sempiterno referente de la música gala, de voz torturada y catártica obscenidad, reinventó su persona para convertirse en el icono de la "chanson", tal y como relata la periodista musical Sylvie Simmons en una biografía homónima del autor de "Je t'aime... moi non plus" que publica en España la editorial Mondadori.
Toda una generación se miró en el espejo de Gainsbourg, el Baudelaire particular de la Francia de la segunda mitad del siglo XX que mereció el obituario de François Mitterrand, el presidente de la República Francesa en el momento de su muerte, en 1991.
El alcohol, los cigarrillos Gitanes y las mujeres conformaban el triángulo equilátero imprescindible para el transcurrir diario de un incorregible como Gainsbourg, que plantó cara a la moral establecida, ya sea a través de sus concupiscentes letras o de sus siempre comentadas intervenciones públicas -"Quiero follarte", le dijo en una ocasión a Whitney Houston en televisión-.
Nacido como Lucien Ginsburg, el tímido y nervioso hijo de un inmigrante ucraniano es un claro ejemplo de hombre hecho a sí mismo, que escogió un nombre poco francés -Serge, que recuerda su procedencia del Este, y Gainsbourg, en referencia al paisajista inglés Thomas Gainsborough- para lograr, a través de la música, una identidad alternativa.
Aunque su consolidación como artista tardó en llegar, tras publicar unos primeros discos de jazz agresivo e introvertido sin apenas repercusión y verse eclipsado en su propia discográfica por Johnny Hallyday.
Más conocido como compositor que como intérprete, la victoria de France Gall en el Festival de Eurovisión de 1965, con el himno ye-yé "Poupée de cire, poupée de son" que él escribió, sirvió a Gainsbourg para dar voz a sus propias creaciones, triunfar con el consabido "Je t'aime... moi non plus" y crecer como músico en todas las direcciones, desde el reggae, género que introdujo en Francia, a la psicodelia o el funk.
Su polémica relación con la mujeres -él mismo se consideraba tan misógino como anunciaban sus letras- tiene como origen su época de juventud, cuando Lucien, aún no transmutado en Serge, recurrió al servicio de varias prostitutas para perder su virginidad, una afición que mantuvo a lo largo del tiempo, a pesar de las malas experiencias iniciales.
"Se burlaban de él, lo que le hacía sufrir muchísimo, por eso más tarde se vengó consiguiendo a las mujeres más bellas de Francia", recuerda la más célebre de sus esposas, Jane Birkin, en palabras que recoge Sylvie Simmons en su libro.
Siempre provocador, Gainsbourg venció al destino: "La fealdad tiene algo de superior a la belleza: dura más", sentenció en su día el poco agraciado músico, escritor y cineasta, que tuvo como amantes a Isabelle Adjani, Vanesa Paradis y Juliette Greco, además de a Brigitte Bardot, con quien grabó su gran éxito, "Je t'aime... moi non plus", aunque ella se negara a que la polémica canción se publicase con su voz.
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